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Pretty girls don’t eat
Magic - SJ
idk
Tengo veintisiete años, mis ídolos tienen entre treinta y cinco y cuarenta. A esta edad la música se siente como un luto. Cada día que pasa se siente como el último. Cada día que pasa siento miedo de que, en efecto, sea el último.
Hace muchos años, casi la mitad de mi vida, que sigo a mis ídolos. Espero sus discos, los escucho, veo sus videos, me despierto a la madrugada y lloro por ellos. Les escribo, no responden, pero los años pasan y sigo escribiendo. Cada tanto me desconecto o me alejo. Inevitablemente vuelvo, son mis ídolos después de todo, mi hogar.
Veo sus videos, sus presentaciones, su vida diaria.
Tienen arrugas, patas de gallo. La piel se les empieza a notar suelta. Pero ellos siguen saltando y bailando, se siguen riendo a pesar de la adversidad y de cuánto los ignoren o maltraten.
Me miro al espejo, yo también tengo patas de gallo cuando me río. La piel se me está soltando de a poco y tengo una marca en el entrecejo que en breves de convierte en arruga. Hace un par de años empecé con las cremas para la cara. Ellos también porque lo han dicho. Han contado cómo el maquillaje se hace más pesado con los años para tapar imperfecciones, lo sé porque el mío también se ha vuelto más pesado.
También han hablado de cómo eliminaron la sección de pie en los escenarios, porque sus amigas duraderas se han vuelto mayores y no aguantan tanto de pie. Lo sé porque soy una de ellas.
Cada día que pasa alguien pregunta por el futuro, ellos no saben responder. Pero nosotras, sus amigas duraderas, sabemos que anhelan paz, estabilidad y una familia. Yo también anhelo eso a mis veintisiete años.
Tengo veintisiete años y mis ídolos poco a poco se escapan de mis manos. La llama se va apagando de a poco, ellos hacen lo imposible por avivarla pero eventualmente se va a apagar, porque así es la vida.
Mi amor solamente crece, y se transforma en un amor agridulce. Cada día duele porque en el fondo sé que mañana mis ídolos podrían ya no estar, y está bien, así es como deber ser.
Es un sentimiento de pérdida. Duele más que una ruptura de pareja. Duele como la pérdida de un familiar. Cómo la pérdida de mis hermanos mayores, los que siempre estuvieron para aconsejar y animarme en mis peores momentos (literalmente). Los únicos que me sacaron una sonrisa cuando ya no había fuerzas. Cómo una mudanza forzosa. Dejas tu hogar contra tu voluntad y te independizas, ahora vives sola y debes salir adelante sola.
Tus hermanos mayores ya no están para cuidarte. Duele.
Y mucho.
A veces alguien pregunta que si estaría dispuesta a irme lejos por ellos, por tres horas de mis ídolos. Sí, estoy dispuesta sin dudarlo. Porque posiblemente sea la última vez que los vea.
¿No estarías dispuesto a irte hasta el fin del mundo con tal de pasar un minuto más con quienes amas?
Tengo veintisiete años y ya sé qué haré cuando mis amigos duraderos ya no estén. Me levantaré, me cuidaré y comeré bien. Haré mi rutina de cuidado facial y me iré a dormir en hora. Haré ejercicio a diario e intentaré relajarme los fines de semana. Reiré mucho siempre que pueda y estudiaré y trabajaré más duro que nadie. Porque así me enseñaron mis hermanos mayores. Y los escucharé cada vez que me sienta mal, cada vez que los necesite lloraré con ellos. Los seguiré y apoyaré siempre que pueda. Porque son mis amigos duraderos.